REGRESO A LA TIERRA DE LAS HADAS...y duendes, elfos y trasgos (Parque Natural de Redes, Asturias. Octubre 2017)

 Miercoles 11 de octubre. Nos vamos


Dejamos atrás Boadilla para llegar al área de autocaravanas de León un poco después de las 18.30. Ya a estas horas contaba con casi una veintena de ellas intercaladas entre los turismos.

Después de acercarnos al casco hasta la catedral disfrutando  en sus animadas calles de una temperatura espectacular y completamente inusual para estas fechas, regresamos para cenar y acostarnos pronto

Jueves 11 de octubre.  En Redes. Senda Castañeru

Partimos rumbo a Rioseco, ya en el Parque Natural, en su entrada por la parte sur. Nos detuvimos antes en el área de Mieres para reponer el agua que habíamos gastado la tarde anterior e iniciar nuestra estancia de tres días y medio en el parque,  ya que allí no existe ningún área de servicios ni punto localizado para llenar o vaciar aguas.

Llegamos a Rioseco  un poco después de las 12 de la mañana y dejamos la autocaravana aparcada al comienzo de la senda de Castañeru montes. (https://visitarasturias.blogspot.com.es/2012/07/ruta-castaneru-monte-asturias.html)

Para llegar al inicio de la ruta viniendo por la AS-117, a la altura de Rioseco  se toma la carretera que va en dirección a Soto de Agúes y nada más pasar el puente hay un desvio a la izquierda donde se puede dejar la autocaravana (43.218969; -5.455350) o introduciéndonos un poco puede haber también más espacio.

Nos preparamos para un recorrido corto, de no más de 6 km y unas dos horas de duración. La senda asciende por una ancha pista a la sombra de castaños que ya habían comenzado a soltar sus frutos que estaban dispersos por el suelo, a pesar de que su tiempo suele ser a primeros de noviembre.   Erizos preñados de castañas tentadoramente salpicaban el suelo así que no pudimos resistir y fuimos recogiendo las más hermosas mientras que íbamos ascendiendo. Los castaños se mezclaron con robles y después con avellanos y tampoco pudimos dejar de recoger algunos de sus frutos dispersos por el suelo.

Siempre protegidos por la sombra de enormes castaños, fuimos descubriendo pequeñas cabañas de piedra, más o menos abrigadas, pero abiertas a unas hermosas vistas donde el color verde lo protagonizaba y llenaba todo. Las vacas pastaban tranquilamente bajo un sol de justicia y parecían contemplar indiferentes a los que por allí pasábamos.


Casi a la mitad de camino llegamos a una zona llana donde se abría el maravilloso espectáculo de una corona de montañas que rodeaba valles y praderas, con Soto de Agues al fondo y otras pequeñas poblaciones cuyas casas rompían la monotonía del verde paisaje.
Allí estuvimos contemplando las espectaculares vistas que se abrían detrás de los muros de piedra que cerraban los prados  para después iniciar un pequeño descenso que nos llevó a una carretera donde perdimos el camino.

Leímos la información que llevábamos impresa sobre la senda y no resultaba clara cuando Angel llamó mi atención sobre que arriba, donde estuvimos disfrutando de las vistas y los prados abiertos, vio que un grupo de gente venía de un lateral, así que decidimos deshacer los pocos metros que habíamos hecho hasta esta carretera (que hay que decirlo, ahora era cuesta arriba), pero….encontramos más avellanas, así que nos entretuvimos recogiendolas. Al cruzarnos con una familia que descendía hacia la carretera la preguntamos diciéndonos que deberíamos continuar por donde inicialmente habíamos desechado, pero, no me fie mucho, así que decidimos regresar al punto anterior y volvimos a leer la información.

Por la descripción que daba y la foto que ponían (un mojón de cemento con MP 136 gravado) , dedujimos que el camino continuaba por la derecha (dejamos el mojón detrás y a nuestra izquierda) que no descendía, así que por allí fuimos para caer de nuevo a la carretera en la que habíamos estado antes. Por un sitio, o por otro, habríamos llegado aquí.


Las señales desaparecen aquí,  así que volvemos a leer y de nuevo la fotografía y descripción logran que identifiquemos perfectamente donde estamos y por donde tenemos que continuar. Estamos en un punto de la carretera en la que el camino o senda la cruza, dejando a nuestra derecha el camino a lo que en su día fue un área recreativa y donde después pretendieron construir un centro de recuperación de fauna que se convirtió en un tumba de dinero y allí ahora, no hay nada, ni área ni centro.
Así que cruzamos la carretera y continuamos por una senda descendente dejando a nuestra derecha alguna que otra casa de piedra ya abandonadas, para un poco después adentrarnos en un joven y hermoso bosque de El Castañeru Montes por donde ya el descenso  se hace de forma continuada y en pendiente más  pronunciada hasta llegar al cementerio de Rioseco y las ruinas de la Iglesia de Santa María La Real, destruida durante la Guerra Civil.



Un poco después de 2 horas habíamos regresado a la autocaravana. Intentamos acercarnos a Soto de agues, al aparcamiento que conocíamos de dos años atrás cuando hicimos la ruta del Alba, pero una vez allí estaba lleno hasta la bandera, así que regresamos a Rioseco, a un ensanchamiento en la carretera que nos permitió comer y descansar un poco antes de poner rumbo a Pendones, al aparcamiento del museo de la madreña a donde a través del google earth había visto un sitio posiblemente más tranquilo que el aparcamiento de Bezanes que estaba en la misma carretera (43.149318; -5.252980).

500 metros de carretera desde la general hasta el aparcamiento de Pendones, carretera estrecha pero con visibilidad y algun que otro “apartadero”. Cuando llegamos allí vimos que el sitio era adecuado.

No muy plano, pero la inclinación era apenas inapreciable, así que nos colocamos en un extremo y nos dispusimos para dar un paseo corto por este pequeño pueblo hablando con algún que otro lugareño que habitaba, gente principalmente mayor, pero también de mediana edad. Una pareja  nos proporcionó información sobre la ruta que pensábamos hacer al día siguiente, la de la Vega Pociellos.

Yo sabía que la principal dificultad estaba en aparcar, ya que no había un sitio específico y los coches se tienen que dejar a lo largo de la carretera así que estas amables gentes me permitieron acceder con ellos a su casa y a través del google earth anotar las coordenadas de donde él sugería dejar la autocaravana además de proporcionarnos información e indicaciones para encontrar el acceso a este ruta, ya que según él se podía hacer desde tres puntos distintos.

Teníamos dos sendas para hacer en los días que restaban, la de la Vega Pociellos y la de la Vega Baixa. Esta segunda partía de Pendones,  muy cerca del aparcamiento, pero valoramos que el viernes podría haber menos gente que quisiera hacer la senda de la Vega, así que decidimos dejar esta segunda ruta para el sábado.

Cenamos y nos fuimos a dormir pronto.

Viernes 12 de octubre. Ruta de Vega Pociello. Perdidos 

Mañana esplendida, noche nada fría, ya que si bien la anterior que pasamos en Leon lo fué, con tan solo 5ºC en el exterior y unos 12 en el interior, aquí ahora la temperatura exterior a primera hora, casi amaneciendo era de 13 ºC, por lo que aunque puse la calefacción  muy baja apenas se disparó.

Decidimos marchar sin desayunar y hacerlo donde dejáramos la autocaravana para asegurarnos el aparcamiento. Cuando llegamos no encontramos ningún coche por lo que pudimos elegir (43.117367; -5.250450). Desayunamos y nos dispusimos a empezar.

La ruta es de unos 13 km y de una duración de 4 horas, de dificultad fácil, y adecuada para hacerla con niños, las que me gustan a mi, así que, como otras veces, no tomamos casi nada, ni cogimos agua ya que había leído que pasábamos por una majada (mayada) que tenía fuentes.

Con nuestros palos recogidos el día anterior (Angel se dejó nuestros bastones olvidados en Boadilla) buscamos la entrada que nos había indicado el señor de Pendones. Se encuentra en una curva donde hay una señal y desde allí se ve  abajo una casita de piedra con tejado rojo (43.116040; -5.247845).

Tambien aquí hay aparcamiento para 2/3 turismos.

Nos introdujimos en el sendero descendente, como nos dijo, que desemboca en una senda ancha y muy bien cuidada, empedrada en algunos tramos, lo que indicaba que en sus tiempos debió de ser muy transitada. Según descendíamos le dije a Angel que estos metros de posterior “ascenso” nos iban a pesar luego. Poco imaginaba yo lo que pasaría después y lo que nos supondrían  realmente estos metros.

Llegamos al río Nalón y lo cruzamos a través de un puente de hierro y madera para comenzar subiendo por una ancha pista y de buena pendiente que discurre también sombreada por avellanos, castaños y robles.

En una hora escasa y sin posible pérdida alguna llegamos a la majada de Ablanosa, sitio de espectacular belleza con cabañas muy bien arregladas que nos hacen pensar que en verano vive gente allí. Nos refrescamos en el pilón por el que corría un hilo y medio de agua, para continuar camino arriba. Alguna que otra cabaña conserva el tejado de planchas de haya.

Poco después de pasar La Ablanosa, la pista se divide en dos y hay que tomar la de la izquierda. La de la derecha inicia una fuerte subida.

Poco después de seguir por la pista de la izquierda  nos encontramos un inicio de sendero estrecho a nuestra derecha, en subida, con un cartel  de madera que indica: La Vega. Un poco después de dejar esta majada nos internamos en el hermoso bosque  de Fabucao, de hayas donde el otoño aún no parece haberse instalado, pero sí empezado a pintar las hojas y a tapizar el suelo con ellas.

Hay ejemplares impresionantes, grandes, sólidos. La senda aquí se vuelve plana y cómoda y vamos disfrutando de la espectacularidad de este tipo de bosques, que a estas alturas del año, y tras una pertinaz sequía, permanece seco, lo que resta belleza a este entorno tan singular y único.

Y seguimos caminando  a través de este mágico bosque, escuchando siempre el rumor del arroyo a nuestra izquierda. Si hubiera estado más húmedo la sensación de que en cualquier momento va a saltar algún duende, o trasgo, o gnomo habría sido más real, pero la sequía los habrá hecho esconderse en las profundidades donde posiblemente encuentren más humedad.  

En un momento determinado este rumor se aleja y como por arte de magia el bosque desaparece de pronto y andamos por medio de unas retamas y brezo de dos metros de altura hasta que de pronto y ante nuestros ojos se abre un maravilloso espectáculo: un circo de montañas cierra nuestra vistas y a nuestro pies se extiende una llanura verde salpicada de vacas que indiferentes continúan pastando bajo un fuerte y brillante  sol que lo ilumina todo

Me quedo sorprendida por la luz y la belleza del lugar. Ha sido salir de la penumbra del bosque para pasar casi súbitamente a la luminosidad y claridad de esta vega.  Brañagallones –majada que visitamos dos años atrás- fue hermosa, pero esta vega es espectacular. A la que añado otra particularidad más que a mi, siempre, me la hace más atractiva: la soledad. No hay nadie. Nuestro camino lo hemos hecho en completa soledad y aquí también reina el silencio y la paz.

Atravesamos esta pradera casi de cuento hasta llegar a un grupo de pequeñas cabañas de piedra, algunas arregladas. Allí vemos un burro trabado y una mula, y la puerta de una de estas cabañas abierta. Me acerco y llamo. Sorprendentemente está habitada y a la puerta nos recibe un señor de edad madura que dice vivir solo allí buscando el sonido del silencio, aunque no habita todo el año.

Según estamos charlando con él aparece una familia de tres personas que saludan efusivamente a este señor. Parece conocerse. Tras unos breves instantes de charla nos comentan que ellos han venido por una senda que va por la parte superior del bosque. Yo tengo un mapa con curvas de nivel donde esta vega es un recorrido circular, así que le animo a que me explique y me dice que es muy fácil, que en vez de circular por la parte baja del bosque de hayas, lo hacemos por su parte superior hasta llegar a la majada del Cerreu. Que si por donde hemos venido es bonito, por este otro es también muy hermoso y que la única dificultad puede ser encontrar la senda que desde la majada del cerreu, junto a un abrevadero, sale hacia las otras majadas finalizando la ruta

Cuando nos dice que al llegar a una señal que dirige a una collada tenemos que ascender yo arrugo el ceño, pero rápidamente comenta que es una subida de nada. Angel recomienda regresar por donde hemos venido y yo le digo que eso ya lo hemos visto, que vamos a intentar este otro camino, así que alrededor de las 12,30 dejamos la vega de Pociellos para  caminar por un estrecha senda  que asciende por el bosque de hayas.



En algunos sitios el camino está embarrado y nos vemos obligados o a hacer ejercicios de equilibrio saltando de piedra en piedra o a salvarlo rodeándolo por otro lado.

En un pequeño calvero perdemos el camino, ya que no lo vemos pateado, aunque un poco después un hito nos indica que vamos bien.

Seguimos andando por este hermoso bosque de hayas  para saliendo de él ver el macizo de Pries a nuestra izquierda detrás del cual se encuentra Brañagallones y escarpadas pendientes a nuestra derecha. Vamos faldeando.

Bajo nuestros pies debemos tener la majada Ablanosa y mirando a nuestra izquierda vemos un calvero verde  en lo alto de una cima donde destacan una especie de construcciones grises que deben ser cabañas. Pero están muy lejos. Pienso que se puede tratar de la majada Cerreu, pero al verlo tan lejano consigo descartarlo de mi cabeza y continuar andando.

Nos acercamos a este calvero y dejando a nuestra espalda el Canto del oso, entramos en lo que parece ser la majada de Cerreu. La senda desemboca junto a un abrevadero por el que discurre un hilo pequeño de agua. Y aquí es UN solo hilo por lo que para beber me veo obligada a tapar el caño para acumular una cantidad de agua decente que pueda ingerir.

Un grupo de vacas pastan y el paisaje del que disfrutamos es absolutamente espectacular: girando casi 360 grados  una corona de dimas nos rodean excepto por la parte por donde hemos entrado,  la pared pedregosa del Canto del oso y que da acceso a esta majada. Nos refrescamos y nos acercamos a ver las cabañas, o lo que queda de ellas ya que no hay ninguna reconstruida. Tienen el techo de maderas de haya, lo que al parecer las haces singulares al quedar muy pocas.

Después de disfrutar de todo el conjunto, realmente hermoso, nos disponemos buscar la senda que parte de aquí -según nuestro improvisado guia de la Vega- hacia las otras majadas, pero, perimetramos los dos y dos veces la majada y no fuimos capaces de encontrar senda alguna. La vegetación de matorral que la rodea alcanza fácilmente el metro o metro y medio y está muy cerrada.

Regresamos al abrevadero  y vemos una senda que discurre faldeando como continuación a la que traíamos. Nos sentamos para buscarla en el mapa que llevábamos. Parece coincidir. Mientras, el grupo de una decena  de vacas se ha acercado rápidamente, supongo que pensaban que traíamos comida, hasta quedarse amenazadoramente a escasos dos metros de nosotros. Nosotros no nos inmutamos, pero Tula al verlas tan próximas, las ladra y una de ellas, molesta, la suelta una coz aunque afortunadamente se queda a casi un metro de ella, pero esto nos obliga a atarla y a espantarlas.

Tomamos la decisión de continuar por la senda que faldea, aunque a mi se me pasa por la cabeza llamar al 112 para que nos diga donde demonios esta las senda, por si nos equivocamos, pero, no lo hago y continuamos, ahora sin el abrigo de la sombra y bajo un sol de justicia  castigador ya a las 15 horas. No hemos podido beber mucha agua, y llevamos ya más de cinco horas andando. Estoy cansada, estamos cansados, los tres, pero continuamos.

Llegamos a otra especie de cima semi plana y despejada de vegetación, casi en línea recta a nuestra derecha con la  majada del cerreu y desde donde igualmente disfrutamos de unas hermosas vistas, mejores si cabe que desde la otra majada. A nuestros pies se abren pendientes escarpadas y la senda se ha acabado. Angel se mueve para buscar su continuidad pero no lo hace y yo, con cobertura, encuentro el teléfono de información del parque y  decido llamar parar preguntar, pero la llamada no es posible, por lo que ya a la desesperada marco el 112.

Al otro lado una joven nos pregunta por nuestra localización, las personas que somos, si estamos bien y qué nos pasa. Contesto a sus preguntas describiendo el entorno con nombres: majada cerreu, canto del oso….  ya que sé en todo momento donde estoy. Nos dice que nos envía un helicóptero de rescate. Eso me alarma. Estamos cansados, y tan solo deseo que alguien, conocedora del camino me diga por  donde regresar o por donde buscar la senda. Entonces dice que nos pondrá con los bomberos del principado.

Pero ellos inicialmente hablan de helicóptero, pero le aclaro lo que queremos y se consultan entre ellos para terminar diciendo lo que ya nos temíamos: que las pendientes son abruptas, el lugar peligroso y las sendas que existieron posiblemente se las halla comido la maleza y que para alguien que no es de la zona la forma más segura de regresar era… por donde habíamos venido. Y se me ponen los pelos come escarpias: llevamos andando tres horas desde la Vega de Pociellos y sumamos dos horas más desde la carretera hasta la Vega. Cinco horas en total. Y nos dicen que ahora, a las 16 horas, aún disponemos de cuatro de luz hasta las 20; sólo cuatro horas para desandar un recorrido en el que hemos invertido seis.  

Respondo  que tenemos 60 años y que llevamos andando ya cinco horas, sin comer y con escasa agua. Nos dicen que si vemos en algún momento que las fuerzas nos fallan, que les volvamos a llamar para enviar rescate.

Nos devuelven la llamada al 112 quien nos dice que contactemos con ellos cada 30/40 minutos para informarles de nuestro estado.

Más o menos eso fue el resumen de nuestra conversación. Y no lo pensamos más: dimos media vuelta y de regreso a marchas forzadas. Cuatro horas para la noche y tan solo un jersecito como abrigo para unas temperaturas de posiblemente 6 grados.

Se me olvidó el cansancio, que los dedos me dolían…todo, e iniciamos un rápido regreso. Pensé que si a las 17,30 estábamos de regreso en la Vega Pociellos, nos daría tiempo a llegar a la carretera antes de que se fuera la luz.

Y volví a contactar una vez más con el 112, cuarenta minutos después de nuestra primera llamada, pero les dije que esto dificultaba nuestro rápido regreso, además de que me quedaba un 30% de batería y sugirieron que contactáramos una hora después, a las 17,30.

Así, deshicimos el camino y pensando en que el lugareño que nos había indicado este camino de regreso era, o un h. de p. o un inconsciente, porque torpes, lo que se dice torpes, no éramos. En nuestra juventud hemos andado mucho por alta montaña, sabemos movernos por ella  y hemos aprendido a respetarla, pero si el camino estaba tan mal señalizado, no debía de habernos expuesto.

Pero no le voy a echar toda la culpa a él. Mía también. Cuando pudimos comprobar que no estaba bien señalizado y que además, no estaba claro, (el inicial hasta Vega Pociellos si bien  no estaba señalizado sí que aparecía claro)  hubiera sido el momento de regresar sobre nuestros pasos. La montaña es peligrosa, lo sé y me lo salte.

A las 17,30 estábamos de nuevo en Vega Pociellos y me relajé. Desde allí intenté llamar al 112,  pero no teníamos cobertura, y no la tuvimos hasta poco después de la majada de La Ablanosa. 

En mi ignorancia no llegué a pensar que las llamadas al 112 siempre eran posibles. Pero no era así. Luego supe que cuando el teléfono indica “solo llamadas de emergencia” se refiere que aunque tu compañía no tenga cobertura en esa zona, te la puede dar cualquier otra distinta, pero si la tiene. En este caso ninguna compañía de telefonía móvil tenía cobertura, por lo cual, no se puede realizar ninguna llamada de emergencia.   

Llegamos a la majada de la Ablanosa  y tuvimos la suerte de que alguien había colocado una bombona de plástico recogiendo el poco agua que caía del caño. Así que tomamos la bombona y saciamos nuestra sed. Pero ya no tuvimos suerte con encontrar a alguien con vehículo que estuviera atendiendo al ganado y nos pudiera descender hasta la carretera, así que continuamos nuestro descenso intentando contactar con el 112. Estaba preocupada pensando que podrían enviar un equipo de rescate si no conseguían dar con nosotros.

Y conseguimos contactar como he dicho, pero con el teléfono de Angel que no tenía apenas batería y les informamos de que nos encontrábamos perfectamente localizados y cercanos a nuestro destino. Nos dijeron que volviéramos a llamar cuando llegáramos a la autocaravana para cerrar el aviso.

Y así, llegamos al puente e iniciamos el casi doloroso camino de ascenso, ese que dije que nos iba a pesar de vuelta y veinte minutos antes de las 8 de que la noche nos amenazara,  llegamos a la autocaravana desde donde hicimos nuestra última llamada agradeciendo su ayuda y calor.

Ahora, haciendo un frio análisis de la situación y al margen de la supuesta culpabilidad de la persona que nos indicó y de la nuestra propia, pienso que posiblemente pudo haber alguna que otra carencia en la intervención del 112 y pienso tambien en la suerte que tuvimos: si llegamos a tomar la decisión de llamar tan solo media hora después posiblemente no nos hubiera dado tiempo a regresar con luz y también, por qué no, voy a dar gracias por el estado físico de Angel y el mío propio, que sin andar habitualmente, ni por alta montaña, ni tanto tiempo, nos supimos portar al igual que nuestra compañera peluda, que no dijo nada. Si se hubiera negada a andar, con sus ya 9 años, hubiéramos tenido un problema grave, porque aunque es pequeñita y pesa 8 kilos solo, esos kilos se multiplican con el tiempo y el cansancio. Y también mencionar mis malditos dedos del pie izquierdo, que me dan guerra y que me obligan a quitarme el calzado cada media hora para “estirar” los dedos y acabar con un dolor que empieza siendo como calambre pasando por si me mordieran para terminar en un dolor agudo e intenso que me incapacita. Afortunadamente este dolor se me pasa, aunque solo sea momentáneamente. Si persistiera o se hiciera más fuerte, tampoco hubiera podido regresar

En fin, todo pasó, quedó en una aventura, en una anécdota más, en algo que no había hecho nunca con mis 56 tacos. Y es que andamos más de veinte kilómetros durante diez horas, sin comer y con bebida muy escasa.

Los pies…ni los sentíamos. Angel condujo de vuelta a Pendones; yo, me sentía incapaz. Allí nos dimos una buena ducha y después de cenar, antes de las 9,30 estábamos en la cama. Al día siguiente teníamos previsto hacer la senda hacia la Vega Baixa, pero Angel dijo que no quería ni pensar en ello y yo, que ya veríamos si lo único que teníamos eran una agujetillas.

Sábado 14 de octubre. Senda de la Vega Baxu.

 Aunque nos despertamos a las 3 de la mañana, recuperamos el sueño con facilidad y estuvimos hasta las 8 u 8,30. Casi 11 horas!.

Desayunamos y nos animamos a afrontar hoy la majada de la Vega Baxu, de cuatro horitas y por camino fácil con tan solo la ascensión inicial hasta alcanzar una altura para luego circular sobre plano, como nos dijeron el jueves.

Así, en otro día espléndido, subimos por una pista de cemento y hay que decir, que se nos hizo algo dura hasta ganar ya altura. A partir de aquí, algún que otro repecho, pero corto. Camino fácil, ancho pero quizás un poco más de la mitad, desprotegido del sol, que a partir del medio día nos castigó.

No es de las sendas más bonitas que hemos hecho por lo que quizás se hace un poco pesada, pero el lugar al que lleva merece la pena.

De nuevo, al final del camino se abre ante nuestros ojos un hermoso prado verde rodeado de cumbres con un grupo de cabañas de piedra, todas arregladas menos una, dispuestas alrededor de un espacio central verde.

Tras atravesarlo, más abajo nos sorprende otro espacio mayor abajo, salpicado de algún que otro viejo espino y cerrado por las cimas cercanas. Y verde. Parece mentira, con la sequía que nos acorrala. Y de nuevo, otra solitaria persona que dice habitar casi todo el año y al que le someto a un intensivo interrogatorio hasta satisfacer mi curiosidad sobre su forma de vida aquí.
Estos espacios, llamados majadas en Asturias (pronunciado malladas) y brañas en Leon, son propiedad el pueblo. Hay varios en todo el término municipal y cada familia elegía uno donde podía construirse su cabaña. Aquí pasaban el invierno haciendo madreñas y luego bajaban al pueblo en verano para venderlas.
Y aquí en estas majadas, al contrario que en la brañas leonesas pasaban el invierno. Nos contó algo de cómo vivía y….le dejamos disfrutando de su momentánea paz, y digo momentánea porque no dejamos de cruzarnos con grupos de personas que subían e incluso con un tractor pequeño tirando de un pequeño remolque donde se hacinaban como ovejas, un nutrido grupo de personas, con la camiseta del mismo color, por lo que dedujimos que pertenecerían a una peña.

El descenso no me resultó muy agradable: calor, polvo, camino poco atractivo y paisaje algo monótono. 

A las 14,30 llegamos a la autocaravana, comimos y nos echamos una buena siesta para alrededor de las 16,30 partir rumbo al área de Boñar, lugar encantador, a orillas del rio y con buena sombra, a donde llegamos alrededor de las 18 horas para descansar.



Alli el color dorado de las recién caídas hojas de los chopos, lo impregnaba todo. Y junto al río, esperamos la caída de la noche para regresar al día siguiente por la mañana a casa.









Indice general de relatos

Boadilla del Monte, Octubre de 2017
Mª Angeles del Valle Blázquez

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